Y por fin los humanos bajamos de nuestro pedestal y nos damos cuenta de que sí, somos vulnerables, es fácil herirnos incluso con nuestra gruesa armadura puesta, esa que disimula cualquier sensibilidad, no fuera que lo aparentemente duro, perfecto y brillante, se derrumbe cual castillo de naipes.
De repente, el nivel de inglés de los hijos deja de obsesionarnos, tener un puesto de mando en la empresa ha perdido importancia, y el dinero no nos garantiza un trato especial en urgencias. La incertidumbre nos abruma, la sorpresa nos espanta y el miedo nos invade hasta las cejas
Y de no poder dormir por cumplir conlos objetivos del trabajo, pasamos a no dormir por si morimos solos en un hospital.
Unos simples aplausos acompañados del fondo azul de las sirenas nos emocionan hasta las lágrimas, nos conectan con algo que hacía años habíamos olvidado de tan ocupados estábamos corriendo de extraescolar en extraescolar: nuestra humanidad.
Las prisas, el agobio, comprar, viajar, aparentar y todo aquello que antes creíamos vital, ha desaparecido. Se nos paró el mundo y no ha pasado nada, seguimos vivos, respirando, comiendo, sonriendo y amando probablemente más que antes porque nada nos distrae de lo importante; querer y que te quieran.
Ahora SOBREVIVIR es la cuestión, y todos lo sabemos, tal vez por ello se nos ha caído la venda que nos cegaba. En estos momentos se trata de resistir al contagio, mantener el trabajo, superar los miedos y conseguir una sana relación familiar y de pareja. Ahora, encerrados en casa toca solo ser, y ser de verdad para conseguirlo, aunque no sepamos muy bien por donde empezar.
Como animales sociales que somos, llevamos en nuestro ADN la empatía, la generosidad, la solidaridad, la valentía o el convertirnos en guerreros que luchan por una causa más grande que nosotros mismos, y el primer paso para empezar podría ser dejar atrás esas aceleradas máquinas invulnerables en que nos habíamos convertido, diseñadas para hacer más y más. Nuestra humanidad ha vuelto y una prueba irrefutable es que todos nos hemos lanzado a ayudar con miles de acciones solidarias.
Algo invisible a nuestros ojos nos ha ayudado a parar nuestra des-humanización, y en unas semanas tendremos la oportunidad de volver a salir a la calle transformados en humanos, orgullosos de nuestra vulnerabilidad, sabiendo que juntos podemos crear ese mundo que anhelamos, uno que tenga más sentido para nosotros, como esa costurera de una gran marca de ropa que haciendo mascarillas, confiesa que su trabajo, tras 20 años, ha cobrado sentido.
El sentido de los humanos es precisamente ese, el de ser humanos. Simplemente. ¡Que no nos asuste! Toca ser valiente, demostrar que podemos superar el miedo para cambiar lo que nuestro corazón y nuestros valores llevan años susurrándonos al oído que deberíamos poder cambiar ¿Empezamos?