Todos y todas conocemos bien a la “preocupación”, aquella que cuanto más miedo, inseguridad o desconfianza sientes, más te acompaña. La preocupación es un estado de desasosiego provocado por un problema o temor real o imaginario.
Probablemente, conoces a personas eternamente preocupadas, que suelen estar nerviosas o intranquilas, y sufren mucho pues la preocupación los mantiene ocupados, pero no los lleva a ninguna parte, ya que les hace quedarse quietas y estancadas y por tanto, sin buscar alternativas o soluciones.
Pero fijaros en un detalle, si divido la palabra “pre / ocupación”, el significado que queda es “antes de la ocupación”.
¿Sabéis? Las personas de éxito y con gran capacidad de gestión tienen singular habilidad, la de discernir tres áreas; la de la ocupación, la de la preocupación y la de la resignación. Lo que hacen es preguntarse «De eso que me preocupa, ¿qué puedo hacer yo y qué depende de mí?». Si la respuesta es «puedo hacer X», lo llevan al área de la «ocupación» en forma de una acción. Si la respuesta es “no puedo hacer nada, no depende de mí”, ¿lo llevan directamente al área de la resignación, ya que, si no depende de ellos, para qué preocuparse?
Para ellos la zona «antes de la ocupación» es sólo un espacio momentáneo, consiguiendo no tener casi nada en su área de preocupación, que suele ser muy pequeña. Por el contrario, su área de empleo es grande por lo que verás que son personas muy atareadas; siempre tienen algo que hacer, un libro para leer o un proyecto para empezar.
Si, por ejemplo, les preocupa que el sábado llueva y les joda el plan con sus amigos en la playa, ¿qué hacen? Sacan la lluvia de la preocupación (va directa a la resignación), y se centran en pensar en un plan B (zona ocupación), comprando por ejemplo impermeables para todos y organizando una divertida gincana bajo la lluvia. Lo que no hacen es quejarse ni lamentarse porque son proactivas y están orientadas a la acción.
Cuando me ocupo, pongo la mente en el momento presente focalizándome en la tarea, y esto nos hace a todos más inteligentes, creativos y eficaces. Cuando me preocupo, en cambio, ocurre lo contrario, la pasividad me bloquea porque detrás encontraré a la señora miedo.
Es importante educar a los niños al tener recursos para una buena gestión emocional. Y vital que los adultos seamos su ejemplo.
Por cierto, ¿y tú qué eliges, ocuparte o preocuparte?