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La rabia, una potente emoción que debemos aprender a regular para convertirla en aliada

Fecha de publicación

17 Mar, 2023

Cristina Gutiérrez Lestón

Educadora Emocional, Conferenciante, Escritora y Directora de La Granja

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La ira o la rabia es la segunda emoción más potente que sentimos los humanos, después del miedo. Alissa, una niña de 7 años, dijo un día en una actividad: “Si llenamos el alma de rabia, no hay espacio para otras cosas”. Y sí, tiene toda la razón, cuando llega, su presencia es tan intensa que nos cuesta dominarla porque además es una emoción muy rápida, llega de golpe, casi sin darte cuenta. La buena noticia es que también se marcha o baja su intensidad rápidamente.

¿Para qué nos sirve la rabia?

Su función es darnos la fuerza y el coraje para luchar contra aquello que sentimos como injusto. Curiosamente, es la que más injusticias nos hace cometer cuando no logramos regularla, que es cuando vamos repartiendo trocitos de nuestro enfado a quien se nos acerca, aunque no tengan la culpa de nada, llenando de toxicidad el ambiente.

Una cosa es tener rabia y otra es que la rabia te tenga a ti. Ahí se pierde literalmente el control, pero si soy capaz de aprovecharla con inteligencia, de convertirla en mi aliada, me dará la osadía para defender una idea, el coraje para luchar la última pelota del partido o la energía y el orgullo para crear un nuevo proyecto. Se trata de aprovecharnos de la fuerza que nos da para hacer algo bueno con ella.

Entendamos también que la emoción de la ira tiene diferentes dimensiones, que van desde la más pequeña —antipatía, tensión, agitación, animosidad, impotencia, rechazo o enfado— a la más grande, que puede llegar a convertirse, si no se regula, en indignación, celosenvidia, cólera, odio, furia, desprecio o violencia. Y cuanto más intensa, más difícil es gestionarla y más injusticias cometeremos.

¿Cuándo aparece y cómo evitarla?

La rabia en cualquiera de sus dimensiones aparece cuando vemos algo que es injusto y se despierta tanto si nos pasa a nosotros como si le sucede a alguien que queremos o incluso a un desconocido. El motivo es que somos animales sociales y estamos diseñados para percibir el dolor de los demás (empatía), lo que nos permite activar nuestra voluntad de ayuda, algo imprescindible (ayudarnos, trabajar en equipo, colaborar) para sobrevivir como especie.

Recordemos que las emociones son preconscientes (pasan antes de la consciencia), por lo que no podemos evitar sentir rabia, solo regularla de una manera que sea positiva para nosotros, pero también para los que nos rodean y, así, no ser tan injustos en nuestras reacciones.

“Papá, estás sentado en la rabia y eso no es nada bueno.” Nico 4 años

Nico conoció a la Señora Rabia en el Bosque Mágico de La Granja, quien le explicó todos sus secretos. Esa noche, en casa, su papá estaba bastante tenso y enfadado por un mal día en la oficina. Mientras cenaban, Nico le dijo: “papá, estás sentando en la rabia y eso no es nada bueno”. El padre se quedó de piedra, los niños y las niñas te dan esos zascas que te hacen tomar consciencia de golpe de cuál es tu estado de ánimo y de que los estás dañando a ellos, pero también a ti mismo.

Mucha gente enfadada, antipática, con impotencia o cualquiera de las dimensiones antes citadas conducen a una sociedad más agresiva y violenta, a un aumento de los conflictos en casa, el aula o la oficina, con todo lo que eso conlleva. Por eso, es vital aprender a gestionar la segunda emoción más potente que sentimos los humanos, y empezar a hacerlo desde pequeños.

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