La toma de decisiones inteligentes, entendiendo una decisión inteligente como una decisión acertada, es vital en el mundo de las empresas y organizaciones, y en especial en los momentos de crisis. Gracias a la neurociencia, ahora ya sabemos qué emociones nos ayudan a acertar, y cuáles a errar.
Los datos sugieren, que cuando sentimos emociones negativas como el miedo, la desconfianza, la inseguridad, la rabia, la tristeza, la apatía o el desánimo; las decisiones serán menos acertadas que si decidimos sintiendo emociones positivas como la alegría, la ilusión, la motivación o la esperanza. Así que cuando tengamos que decidir algo, preguntémonos antes: ¿Qué siento?, pues eso nos ayudará a acertar un poco más.